Se sabe que en
términos generales el cerebro humano está dividido en dos partes iguales
llamadas hemisferios: uno derecho y otro izquierdo. Según la neurología siempre
habrá uno que domine sobre el otro. Por alguna azarosa circunstancia anatómica,
las fibras nerviosas que salen de lado y lado se cruzan y al final el lado
derecho del cerebro controla al lado izquierdo del cuerpo y viceversa. Algo
caprichoso, pero es así.
Entonces,
dependiendo de si eres es más hábil con determinado lado del cerebro, serás
diestro o zurdo. Hasta ahí vamos bien. Pero tengo un problema. En mi caso, hay
cosas que puedo hacer con la mano derecha (como escribir con lápiz o bolígrafo,
cepillarme los dientes o usar un tenedor) y no puedo hacerlas con la izquierda;
así como hay otras que hago con la izquierda y no puedo hacerlas con la derecha
(como cortar con tijeras, abrir la cerradura de las puertas o atrapar una
pelota de béisbol). También hay otras, como pintar, que puedo hacerlas con
ambas manos.
Por todo esto,
he llegado a la conclusión de que tengo un cerebro extraño y profundamente
venezolano -lo que de por sí ya indica que no es normal- que vive debatiéndose
entre la derecha y la izquierda. Hasta donde sé, lo semi-zurdo me viene de mi
abuelo paterno, quien sí fue 100 % zurdo y literalmente llevó su vida “con mano
izquierda” en los 90 años que vivió.
La cuestión no
ha sido fácil, recuerdo que de niño mi mamá se desesperaba porque aunque tomaba
el lápiz y escribía con la derecha, cortaba con tijeras con la izquierda. Me
decía: “¡Mijito yo no sé cómo cortas con esa mano zurda, pareces un babieco
así!”. Pero al final, aceptó que nací para escribir felizmente con la derecha y
usar las tijeras -también felizmente- con la izquierda.
Así ha sido con
muchas cosas, incluso en la forma de proceder y con las amistades. Tengo amigos
en lo que eufémicamente llaman “la derecha” venezolana (a la cual
indudablemente pertenezco), pero también tengo grandes amigos en la izquierda;
confesos y declarados comunistas, según dicen. Ellos entre sí, no se tratan en
la mayoría de los casos. ¿Cómo puedo ser amigo de ambos?, no sé, quizás se lo
deba a este extraño y venezolano cerebro.
Esa mezcla
neural entre izquierda y derecha, creo que me ha ayudado a entender al país y a
mis amistades con sus defectos y virtudes. Por ejemplo, en términos generales
mis amigos de la izquierda: Están ligados a la cultura, son creativos,
solidarios como ellos solos, bromistas, a veces felices y otras melancólicos;
pero también en muchos casos son flojos, irresponsables, impuntuales, soñadores
y poco o nada disciplinados.
Por su parte,
mis amigos de lo que más se acerca a la derecha, (porque estoy convencido que
en Venezuela no existe derecha desde la época perezjimenista) son en su mayoría
altamente disciplinados, responsables, puntuales, estudiosos, solidarios en los
casos extremos, pragmáticos, organizados y felices a su manera; pudiendo llegar
a ser engreídos, en ocasiones bastante impersonales, algo neuróticos y
aburridos en varios casos.
Cabe destacar
que lo anterior es una simple descripción. No estoy juzgando, ni tengo porqué
hacerlo, pues no soy nadie para decir que las características de cada uno de
los casos anteriores sean positivas o negativas; eso depende de la apreciación
personal de cada cual. Lo que sí puedo decir, es que he aprendido a aceptarlos
a todos como son, esté de acuerdo con ellos en mucho, poco o nada.
Pero, ¿a qué
viene todo esto?... Aunque la física cuántica afirma que todo es relativo, en
este instante hay tres cuestiones de las que estoy total y absolutamente
seguro, sin la menor duda posible y esas verdades son: Primero: Dios existe.
Segundo: Como todo ser humano algún día, no sé cuando, voy a pasar al Oriente Eterno
(osea, voy a morir) y tercero: Este Gobierno, va a caer... y pronto... ¿dentro
de cuántos meses?, no sé, pero se está desmoronando solo...
Pensando en el
país, además de sufrir como cualquier ciudadano común por conseguir harina pan
o papel para limpiarme el culo, también pienso en lo que pasará después...
quien ha leído algo de historia de Venezuela, sabe que vivimos repitiendo las
mismas metidas de pata de cincuenta en cincuenta años más o menos y que esto va
a terminar en una asonada militar (con o sin estallido social), una junta de
Gobierno de transición o algo parecido y elecciones en las que ganará la opción
que represente lo más radicalmente opuesto al gobierno actual. Para unos (entre
quienes me incluyo) ese personaje está actualmente en Ramo Verde, para otros,
en el estado Lara.
Pero cuando eso
suceda, pasará también lo que siempre ha pasado, se desatarán las pasiones, los
odios condensados y muchos de esos amigos que tengo en uno u otro bando
empezarán a pasarse factura y a intentar destruirse entre sí. Esto puede
predecirse fácilmente sin tener bola de cristal alguna, y si estamos
conscientes de ello, quizás podamos frenar un poco las pasiones y disminuir
aunque sea mínimamente los terribles dolores del parto social que se avecina.
Alguien dijo que
cuando uno va ascendiendo debe fijarse muy bien en los rostros de quienes están
en cada escalón, pues son los mismos que veremos cuando vengamos de bajada;
ninguna moraleja más venezolana que esa.
La historia lo
ha plasmado así y ojalá lo entendieran tanto los que están arriba y van a
bajar, como aquellos que están abajo y van a subir; sobre todo, porque la
mayoría del pueblo venezolano siempre estará en el medio, sintiendo en carne
propia las consecuencias de las decisiones de quienes suben o bajan la empinada
escalera del poder en nuestro ambidiestro país.
Luis
Aular Leal
Junio,
2014