Cuando aquí nadie estaba pensando en museos o en patrimonio, cuando no existían los burocráticos cargos de la cultura regional, ni mucho menos las Comisiones Presidenciales que (precisamente por ser presidenciales) se la pasan en Caracas y poco saben de Coro… y menos del resto del Estado Falcón. Hace 40 años, una mente visionaria, que no podía ser otra que la de Monseñor Iturriza, ideó la creación de un Museo Histórico Religioso; que resguardara el pasado para las generaciones futuras.
Cálices, custodias, joyas, sagrarios, retablos, pinturas, muebles de próceres de la independencia y de la revolución federal, que pudieron terminar en manos de coleccionistas o arrasados por el tiempo, han sido vistos por las nuevas generaciones de venezolanos y extranjeros, gracias a la existencia del Museo Diocesano; el Primer Museo de Falcón.
Para sufragar los gastos de la institución, Monseñor Iturriza, se valía de los aportes de la Gobernación y PDVSA. Pero hoy, las tensas relaciones - más bien peleas - entre el gobierno y la iglesia o viceversa, impiden que el financiamiento continúe. Porque para el Estado, el Museo es de Lückert; Lückert es enemigo de la revolución (es decir de Chávez) y entonces, no hay que darle ni medio al museo.
Es triste, que la política vaya a cobrar otra víctima inocente; porque si se cae o cierra el Museo Diocesano, ni va perder Roberto Lückert, ni van ganar Chávez o Montilla; quienes salimos perjudicados somos los ciudadanos, todos los falconianos; los chamos y adultos que no van a poder conocer las joyas históricas que resguarda ésta institución. Ya desde hace varios años, unas cuantas salas están cerradas, por falta de recursos para su restauración.
Además del valor patrimonial, están los beneficios económicos indirectos… Cuando un Sueco, Alemán, Holandés o Inglés llega a Coro, lo primero que pregunta es: “¿Dónde quedar Museo Diocesano?”; buscan la historia… ese turista; come, bebe, duerme y descansa; necesita de servicios; por lo que representa una importante fuente de ingresos para el estado… y podrían ser muchos más; pero el coriano no tiene la menor idea del dineral que representa, la explotación racional de los atractivos históricos. No ha entendido que “la historia vende” y que por tanto, podemos vivir de ella, conservándola a su vez.
Lamentablemente, la dirigencia cultural y quienes tienen la responsabilidad de velar por la preservación del patrimonio, basan sus discursos y acciones en dos bochornosos componentes: 1) El compromiso político (léase; arrastrarse por un cargo) hecho que pasa por encima de cualquier principio ético o moral y 2) Vociferar promesas y falsas preocupaciones, que a la larga, son pura “grama seca”.
Todo falconiano que haya visitado alguna vez el Museo Diocesano, tiene el deber de hacer algo; de pronunciarse, de tenderle la mano a la obra cumbre de Monseñor Francisco José Iturriza. Pues, cuando las instituciones, que tienen el deber de conservar el patrimonio y la cultura, no lo hacen; esa responsabilidad cae sobre los hombros de todos los ciudadanos y si permanecemos callados, seremos indirectamente culpables del cierre del Museo.
Luis Aular Leal
Cálices, custodias, joyas, sagrarios, retablos, pinturas, muebles de próceres de la independencia y de la revolución federal, que pudieron terminar en manos de coleccionistas o arrasados por el tiempo, han sido vistos por las nuevas generaciones de venezolanos y extranjeros, gracias a la existencia del Museo Diocesano; el Primer Museo de Falcón.
Para sufragar los gastos de la institución, Monseñor Iturriza, se valía de los aportes de la Gobernación y PDVSA. Pero hoy, las tensas relaciones - más bien peleas - entre el gobierno y la iglesia o viceversa, impiden que el financiamiento continúe. Porque para el Estado, el Museo es de Lückert; Lückert es enemigo de la revolución (es decir de Chávez) y entonces, no hay que darle ni medio al museo.
Es triste, que la política vaya a cobrar otra víctima inocente; porque si se cae o cierra el Museo Diocesano, ni va perder Roberto Lückert, ni van ganar Chávez o Montilla; quienes salimos perjudicados somos los ciudadanos, todos los falconianos; los chamos y adultos que no van a poder conocer las joyas históricas que resguarda ésta institución. Ya desde hace varios años, unas cuantas salas están cerradas, por falta de recursos para su restauración.
Además del valor patrimonial, están los beneficios económicos indirectos… Cuando un Sueco, Alemán, Holandés o Inglés llega a Coro, lo primero que pregunta es: “¿Dónde quedar Museo Diocesano?”; buscan la historia… ese turista; come, bebe, duerme y descansa; necesita de servicios; por lo que representa una importante fuente de ingresos para el estado… y podrían ser muchos más; pero el coriano no tiene la menor idea del dineral que representa, la explotación racional de los atractivos históricos. No ha entendido que “la historia vende” y que por tanto, podemos vivir de ella, conservándola a su vez.
Lamentablemente, la dirigencia cultural y quienes tienen la responsabilidad de velar por la preservación del patrimonio, basan sus discursos y acciones en dos bochornosos componentes: 1) El compromiso político (léase; arrastrarse por un cargo) hecho que pasa por encima de cualquier principio ético o moral y 2) Vociferar promesas y falsas preocupaciones, que a la larga, son pura “grama seca”.
Todo falconiano que haya visitado alguna vez el Museo Diocesano, tiene el deber de hacer algo; de pronunciarse, de tenderle la mano a la obra cumbre de Monseñor Francisco José Iturriza. Pues, cuando las instituciones, que tienen el deber de conservar el patrimonio y la cultura, no lo hacen; esa responsabilidad cae sobre los hombros de todos los ciudadanos y si permanecemos callados, seremos indirectamente culpables del cierre del Museo.
Luis Aular Leal