Friday, March 28, 2014

El chavismo de "Pazión"



Son las 9:00 de la noche. “¡Llama a Pazión que ya estamos listos!”, dice uno de los muchachos. El señor Leonardo, conocido con el apodo de Pazión, es quien hace el transporte en la empresa donde trabajo. De 63 años, cabello blanco, 1,55 de estatura y abdomen prominente; viene a buscarnos cual experimentado almirante en una camioneta Blazer algo golpeada por el uso y los años, escuchando un CD de Los Terrícolas.




Es capitán de barco retirado. Quizás su experiencia en el mar y el lejano recuerdo del Titanic, sean lo que lo lleva manejar tan lento, para hacer del regreso a casa una auténtica travesía en la que jamás encontraremos iceberg alguno.



Para mí, Pazión es un tipo admirable. Literalmente se ha hecho solo. Nació en un remoto pueblo de la península de Paraguaná, llamado La Macolla, a donde es difícil llegar y nada fácil salir. Y él salió.

En sus largas conversaciones al llevarnos a casa, el señor Leonardo tiene la maña de cambiar la “S” por la “Z”; por eso lo llamamos Pazión y no Pasión, apodo que se ganó en un barrio de Caracas donde vivió en los setenta, cuando usaba barba y cabello largo, al mejor estilo del film La Pasión de Cristo o Joselo en su papel de mendigo.


Pazión tiene la cualidad de ser el dueño absoluto de la verdad o al menos así lo cree. Por una parte, el hecho de haber trabajado desde muy joven y levantar una familia, sin tener estudios o recursos económicos -en mi modesto criterio- lo hace un héroe en este país. Pero como muchos héroes, consciente de sus hazañas, se ve asfixiado por un pintoresco ego que le hacer creer que se las sabe todas.

Además de esto, Pazión es chavista; pero no un chavista cualquiera, sino uno de esos que justifican lo injustificable. Realmente cree que el país es una maravilla y jura por su madre que Omaba no descansa planificando como hacer para que ni tu, ni yo, consigamos papel toilette y harina pan.

En vista de tal circunstancia, entendí que era inútil discutir de política con él y opté por dejarlo hablando solo y responderle “a lo Gómez”; con monosílabos y uno que otro “aja... puede ser... verdaderamente...” en otras palabras, a seguirle la corriente.


Así empecé mi estudio antropológico, observando cómo Pazión se guindaba a pelear con varios de mis compañeros, defendiendo a Maduro y el legado de su comandante eterno, supremo e intergaláctico... Que “ahora loz pobrez estamoz bien”, que “loz que eztaban arriba ahora eztán abajo”, que “miz hijoz bebían agua de avena haze 30 añoz porque no tenía con que comprarlez leche y ahora compro baztante comida en Mercal y Bizentenario”. Así habla Pazión, emanando sin saberlo, resentimiento social añejado y de alta pureza.




Un día, pensé algo que me aterrorizó... ¿Cuántos Pazión pueden existir en Venezuela?, ¿Cuántos señores ahogados por su ingenuidad y heridas sociales están apoyando este desastre convencidos de que es lo mejor para el país?... pero luego, pasó algo que me devolvió el alma al cuerpo...

Esa noche, Pazión estaba bravo. Más que eso, indignado. Le pregunté: ¿Qué le pasa señor Leonardo?, y contestó que había pasado todo el día buscando lubricantes para su carro y que no había conseguido. “¡Cómo ez pozible!, ¡ezo no puede zer, que uno ezté todo el día y no conziga nada!, ¡azí va a caer ezte Gobierno!, ¡yo no eztoy de acuerdo con ezto!, ¡ezto no puede zer!”...

Honestamente, quedé en el sitio. No podía creer lo que escuchaba... Pazión blasfemaba contra su Dios-Gobierno. 


Fue entonces, cuando volteé hacia la ventanilla del carro, respiré profundo y una sonricilla se dibujó en mis labios... Entendí que el chavismo de Pazión, valía un pote de aceite...




 Y volví a hacerme la pregunta del otro día: ¿Cuántos Pazión pueden existir en Venezuela?...


Luis Aular Leal